(Huellas psicoanalíticas en la (psico)motricidad humana. Y II) (2018).
Lo que queremos desplegar a lo largo de estas líneas, entonces, no es tanto sus razones aplicadas sino más bien por qué el juego cambia “de verdad” a los niños, en la medida que facilita la construcción de una subjetividad corporizada. Y viceversa. Por eso, en tanto inmanente a lo humano mismo, tendremos que explicar cuál es el mecanismo que hace que el juego sea uno de los interlocutores más privilegiados de dicha subjetivación, es decir, desde una perspectiva freudolacaniana, por un lado y aucouturiana, por otro. Finalmente, el juego funciona, básicamente, porque en el juego “se juega” la subjetividad misma, en la medida que los mecanismos del juego y sus dispositivos, son los mismos que ayudan a construirla.